lunes, 9 de julio de 2012

apuntes ética de la empresa etica profesional y deontologica tema 10

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                                                           MÓDULO 10

                                      LA EMPRESA Y EL ESTADO


j  PARA EL EXAMEN PARCIAL

1.  El capitalismo mixto. Principales tareas encomendadas al estado de bienestar (pgs 218-219)

El capitalismo mixto viene después de los sistemas en donde la intervención del poder político era necesaria, y sustituirá al fracasado capitalismo liberal. Básicamente, reconocen que alguna intervención del poder público es necesaria como complemento del mercado. Es conocido como Estado de bienestar o Estado Social. Con pequeñas modificaciones, se va perfeccionando bajo el estado de bienestar y sus tareas principales son:

  1. Intervención estatal (Keynes) para mantener el pleno empleo o garantizar un alto nivel de ocupación. Luego evoluciona en políticas económicas arbitradas por el gobierno en función de los intereses generales

  1. Estado providencia (Beveridge): Provisión publica de servicios sociales universales (educación, asistencia sanitaria, pensiones, ayudas familiares y vivienda). La universalidad significa que el acceso a estos servicios van dirigidos a todos los grupos de renta, no depende de los ingresos del beneficiario.

2.      La crisis del estado social  (pgs 220-221)

A finales de los años 1980 comienza la ruptura del Estado Social.

Causas exógenas (causas que salen de la “imaginación de los críticos…”)

  1. La caída del colectivismo 1989 = evidencia de la inviabilidad del modelo económico centralizado con eliminación casi total de los mecanismos de mercado. Algunos lo interpretaron como un triunfo del capitalismo (pensamiento liberales como Fukuyama 1992).

  1. Proceso de globalización: con esto, se recortan las posibilidades del Estado para actuar en economía dentro de las fronteras territoriales.

  1. Crisis del Estado Social: “mas sociedad, menos estado” proclamaban representantes del sistema liberal. Además, se da una peligrosa dicotomía entre sociedad y Estado; el individuo se encarga de sus intereses particulares y el Estado de gestionar los intereses generales de la sociedad à  a la larga esto ocasiona que los ciudadanos reivindiquen sus derechos y cada vez más estén incapacitados para asumir sus deberes.

Causas endógenas (causas reales de la estructura)
-          Excesivo desarrollo del Estado
-          Alta presión fiscal
-          Falta de eficiencia  en el uso de recursos
-          Despilfarro
-          Falta de control de la maquinaria administrativa
-          Corrupción

Posibles soluciones: 2 vertientes

  1. Liberal:  desregular y reprivatizar
  2. Otras corrientes: redimensionamiento del Estado

3.      Dos criterios básicos que han de presidir la actuación económica del estado (pgs 221-222).

1.      El Estado ha de complementar a la sociedad y a la iniciativa privada, pero nunca desmovilizar a una y otra generando esa cómoda actitud de confiarlo todo a los poderes públicos. Algunos critican al Estado social porque generó una sociedad de derechos (mucha conciencia de los derechos y mucha presión para reivindicarlos), pero remisa a reconocer sus deberes (y el esfuerzo que eso conlleva). Ésta es quizás una de las principales lecciones a sacar de la crisis del Estado social en las pasadas décadas, crisis que lo condujo casi a su inviabilidad.
2.      El Estado tiene que orientarse por la búsqueda de un equilibrio entre libertad e igualdad para todos: garantizar la libertad, sí (como le exige el liberalismo de todos los tiempos), pero procurando que sea libertad para todos y, por tanto, que haya una igualdad sustancial, al menos como igualdad de oportunidades (no igualitarismo).

4.      Tres indicaciones respecto a las  tareas del estado (p. 222-223)

1º. Ante todo el Estado tiene que compensar las deficiencias del mercado, ya sean aquéllas que le son sustanciales (no atiende ni a los bienes públicos ni a la demanda insolvente, o, en determinadas circunstancias, no garantiza el adecuado funcionamiento de la economía), ya las derivadas de la falta de igualdad de los participantes (circunstancia común a la casi totalidad de los mercados reales). Esto exige una tarea de regulación, que restrinja los márgenes de la libertad de los agentes en aras de un nivel mínimo de igualdad.
2º. El Estado debe garantizar los derechos sociales, poniendo los medios para que los ciudadanos puedan disfrutar de ellos: derecho al trabajo, derecho a la educación, derecho a una vivienda digna, derecho a la salud, por citar los más importantes. Esta es una de las grandes conquistas de la humanidad a lo largo del s.XX, a la que no se puede renunciar en principio, aunque queda siempre la cuestión más concreta de determinar con exactitud el alcance de estos derechos en cada sociedad dependiendo de sus tradiciones, sus recursos económicos, la presión fiscal que está dispuesta a soportar y la voluntad política de sus gobernantes.
3º. Las tareas mencionadas hasta ahora tienen por objeto la orientación general de la economía o una cierta redistribución de recursos que corrija la distribución inicial (insuficiente por desigual) que hace el mercado. Más problemático es atribuir al Estado funciones directamente productivas, que en otro tiempo y en determinados países sí le fueron encomendadas alegando motivos como la seguridad del territorio, el tratarse de servicios esenciales y/o no lucrativos o de sectores estratégicos. Hoy tiende a descargarse al Estado de estas tareas, aunque no puede excluirse algún tipo de control sobre tales actividades por su importancia intrínseca.

5.      Cuatro criterios éticos para la distribución de la carga fiscal (p. 225-226).

  1. El Estado, al contrario que el mercado, no funciona según la ley de los intercambios equivalentes (principio de justicia conmutativa: el de la equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe), sino según el criterio de equidad para con ciudadanos iguales: a ningún ciudadano se le pide, por tanto, capacidad retributiva alguna para beneficiarse de las prestaciones del Estado.

  1. El segundo criterio se basa en el hecho de lo que se trata de pagar no es tanto un servicio concreto cuanto un servicio global. Si se considera que este servicio es igual para todos, cabría proponer que todos  los ciudadanos pagasen lo mismo por él (se podría establecer una aportación igual de cada contribuyente). Puesto que todos recibimos, en principio, lo mismo, paguemos todos lo mismo. Sin embargo, existen razones de peso para renunciar a él: la principal es que no atiende a la distinta situación de los ciudadanos y a su capacidad real para contribuir.

  1. El principio de la capacidad de pago. Según este criterio, la contribución será proporcional a la capacidad económica de cada sujeto. Quienes más tienen pagarían impuestos más altos; a igual de capacidad, igual contribución.

  1. Principio del sacrificio igual. El punto de apoyo de este principio es el convencimiento de que la contribución proporcional supone un sacrificio mayor para el contribuyente con menor capacidad de pago, aunque esté obligado a pagar menos que el de los ingresos superiores. Por lo tanto, hay que implantar un sistema tributario que sea progresivo, es decir, en el que la cuantía del tributo crezca más que proporcionalmente a la capacidad de pago de los contribuyentes.

La aceptación de la progresividad impositiva implica el reconocer al Estado una función de redistribución de la renta. Pero evidentemente, esta dimensión redistributiva debe compaginarse con la función recaudatoria.

6.      Tres problemas prácticos de aplicación (p. 228)
Partiendo de la complejidad de los sistemas fiscales contemporáneos, son diversas las circunstancias que están orientando hoy en una determinada dirección la distribución de la carga tributaria.
1.      El grado de progresividad del sistema fiscal está en función del peso relativo de los impuestos directos de carácter general. Entre ellos se cuentan los que gravan las rentas de las personas físicas y de las sociedades. Sin embargo, las necesidades recaudatorias de los gobiernos han obligado a éstos a incrementar la proporción de los impuestos indirectos (que el contribuyente percibe menos), lo que reduce las posibilidades de progresividad.
2.      Este problema se agrava por la fuerte competencia internacional que caracteriza a la economía actual y que discrimina a las empresas de aquellos países con mayor presión fiscal. Ante esta circunstancia, los gobiernos se ven obligados a desviar la presión fiscal hacia los sectores o colectivos donde esa competencia sea menos efectiva. Por esta razón algunos llegan a proponer que las empresas queden liberadas de toda imposición directa, para no dañar así su competitividad internacional: eso supondría concentrar en las rentas personales, sean del trabajo o del capital, toda la imposición sobre las rentas generadas a través del proceso productivo. Se garantizaría así que sea el sector productivo el que aporte al Estado los recursos necesarios para ejercer sus funciones en beneficio de la sociedad, pero al precio de un incremento de la presión fiscal sobre las rentas personales que la sociedad difícilmente soportaría.
3.      Cada vez mayores dificultades para mantener el equilibrio entre la fiscalidad que afecta al trabajo y la que afecta al capital. Y es que la liberalización de los mercados de capital hoy (que no tiene equivalencia en los mercados de trabajo) y la mayor movilidad del capital en relación con el trabajo, son dos factores que permiten al capital emigrar allí donde la presión fiscal es menor: en consecuencia, si un gobierno no quiere ahuyentar los capitales, no tendrá más opción que reducir el gravamen sobre ellos. Y no es raro entonces que la alternativa sea la de aumentar proporcionalmente la imposición sobre el trabajo, con objeto de que se mantenga el monto total de la recaudación. El desplazamiento actual de la presión fiscal desde el capital hacia el trabajo tiene aquí su última explicación.
Como consecuencia de esas tres circunstancias la imposición directa tiende a concentrarse cada vez más en los impuestos sobre el trabajo. Por otro lado, tampoco existe hoy un consenso claro en torno a la distribución entre impuestos directos e indirectos, aunque sabemos que los impuestos indirectos recaen últimamente sobre el consumidor final (la empresa se limita a prestar al Estado el servicio de la recaudación).

7.      Las tres vías a través de las cuales la empresa contribuye económicamente al sostenimiento de la empresa (p. 233).

La empresa contribuye económicamente al Estado por tres vías complementarias:

a)      Impuestos directos
b)      Impuestos indirectos
c)      Contribuciones sociales

Todas ellas suponen un incremento de los costes, y por tanto, del precio final del producto. En este sentido afectan a la competitividad de la empresa. Sin embargo, la exigencia de dicha competitividad, que es un valor indiscutible (y un valor ético) para la empresa, no puede ser un argumento para reducir o desplazar totalmente la obligación que tiene también la empresa a contribuir a los gastos del Estado, entre otras razones porque también ella se beneficia de los mismos.

8.      Criterios nº 2, 5, 7,9  y 10 relativos al comportamiento de la empresa en su relación con el Estado (p. 235-236).

Con todos los datos manejados, podemos concluir ahora enumerando algunos criterios para el comportamiento de las empresas en sus relaciones con el estado:

·         El cumplimiento de las leyes vigentes debe hacerse desde un cierto talante: reconocer y aceptar la función del Estado de velar por los intereses generales de la sociedad, admitiendo que en ocasiones éstos entrarán en conflicto con los intereses particulares de la empresa.
·         En cuanto a la distribución de la carga tributaria, una equidad básica es obliga a optar por el criterio de progresividad y las consecuencias que eso tiene para el peso de la imposición directa sobre la indirecta.
·         Las contribuciones sociales que la empresa ha de liquidar deben ser vistas como una colaboración al mantenimiento del Estado social y una garantía de los derechos sociales, lo que no impide combatir los efectos perniciosos de estos derechos cuando son mal entendidos por sus beneficiarios.
·         No vale escudarse en la falta de eficacia de la gestión pública o en los casos de corrupción para eludir la normativa fiscal o laboral: estos hechos deben inducir, más bien, incrementar la participación en todos los mecanismos que permiten un efectivo control de la actividad política y del funcionamiento de la administración pública.
·         Como síntesis final, la preocupación efectiva por los intereses de la sociedad es también responsabilidad de la empresa: aunque la persecución de dichos intereses no constituyan su tarea primaria y específica, le corresponde no atentar directamente contra ellos y apoyarlos indirectamente, sin excluir el llegar a asumirlos a veces como propios.



k  PARA LA PARTE PRÁCTICA (1 hora)


Fines y medios del Estado en defensa de los trabajadores


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